sábado, 2 de agosto de 2014


 EL CABALLO EN EL ARTE

El caballo ha sido uno de los animales más representados en el arte, desde la Prehistoria. Ha quedado registrado en grabados y pinturas rupestres, y el testimonio más antiguo que hasta hoy conocemos se encuentra en una cueva de Altamira, cercana a Santillana del Mar, en Santander, España. Esos caballos no forman composiciones, sino que están aislados, junto con otros animales. También se hallaron en cavernas de otros países, como Francia, pintados por hombres prehistóricos que ya poseían conocimientos tanto en la técnica como en lo  artístico. En las antiguas civilizaciones de Oriente se le dio especial importancia al caballo, ya que era apropiado para acompañar al hombre en la cacería y en la guerra. La admiración por este animal impulsó a los artistas y artesanos a lograr variadas creaciones: escenas de caza y batallas han quedado plasmadas en numerosas pinturas, esculturas, relieves, cerámicas, decorativas telas y tejidos, y también, tiempo después, en Occidente, en la civilización grecorromana,  donde se lo vinculaba a los dioses y héroes mitológicos, que lo montaban, siendo compañero de aventuras y hazañas. Los antiguos veían en el caballo atributos como nobleza, majestuosidad, poder, energía y destreza. Aún  se recuerdan el caballo mitológico  Pegaso, relacionado con las leyendas de Belerofonte y de Perseo, caballo alado que nació de la sangre de la decapitada Medusa; el caballo legendario de Troya, de La Ilíada, atribuida al poeta griego Homero (h. siglo VIII ); el llamado Incitato, al que el emperador romano Calígula (12-41) designó cónsul; Bucéfalo, el  equino del conquistador Alejandro Magno (356 a 323 a. C.); o Rocinante, el del pintoresco personaje  Don Quijote, creado por la pluma de  Miguel de Cervantes (1547-1616). En la Edad Media y en el Renacimiento los caballos escoltaban a emperadores, reyes, nobles , Caballeros, condottieri y héroes reales, en detalladas pinturas de cortejos y desfiles, ricamente enjaezados. No podemos dejar de mencionar, entre los muchos artistas interesados por dicho animal, al gran Leonardo de Vinci (1452-1519), que diseñó magníficos caballos en dibujos y sus malogrados proyectos de monumentos ecuestres, y que incluso escribió un Tratado del Caballo, perdido en un incendio. En el siglo XIX, el pintor francés Théodore Géricault (1791-1824), apasionado por estos animales, los pintó repetidas veces con gran maestría, y a fines de este siglo, en nuestro país, Ángel Della Valle (1852-1903) pintó óleos y acuarelas de motivos rurales y algunas escenas costumbristas, con gauchos y paisanos, donde, por supuesto, el caballo es una de las principales figuras de esos cuadros. Recordamos, de sus acuarelas, Caballo de San Marcos, recreación de los famosos caballos de cobre dorado que se encuentran en la fachada de la basílica de San Marcos, en Venecia. Como óleo, destacamos La Vuelta del Malón (1892), una de las cumbres de la pintura argentina, donde vemos la escena del rapto de una cautiva, en el ámbito de un magnífico y tormentoso paisaje pampeano, con indígenas galopando una manada de gran belleza, soltura, fuerza y realismo. Posteriormente, otro artista muy diestro en la pintura y sobre todo en el dibujo del caballo, fue el marplatense Juan Carlos Castagnino (1908--l972), quien con rápidos y seguros trazos daba forma a bravíos caballos. Algunas imágenes de ellos aparecen también dibujadas en tinta china y con gran poder de síntesis, en ilustraciones encargadas por la editorial Eudeba (1962) del Martín Fierro, de José Hernández (1834-1886), notable obra de la literatura gauchesca.
Nota de Juan Manuel Caldevilla publicada en Diario del Viajero N° 1265 (27 de julio de 2011)


Título: Manso
Autor: JUAN MANUEL CALDEVILLA
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