EL CABALLO EN EL ARTE
El caballo ha sido uno de los animales más representados en
el arte, desde la Prehistoria. Ha quedado registrado en grabados y pinturas
rupestres, y el testimonio más antiguo que hasta hoy conocemos se encuentra en
una cueva de Altamira, cercana a Santillana del Mar, en Santander, España. Esos
caballos no forman composiciones, sino que están aislados, junto con otros
animales. También se hallaron en cavernas de otros países, como Francia, pintados
por hombres prehistóricos que ya poseían conocimientos tanto en la técnica como
en lo artístico. En las antiguas
civilizaciones de Oriente se le dio especial importancia al caballo, ya que era
apropiado para acompañar al hombre en la cacería y en la guerra. La admiración
por este animal impulsó a los artistas y artesanos a lograr variadas
creaciones: escenas de caza y batallas han quedado plasmadas en numerosas
pinturas, esculturas, relieves, cerámicas, decorativas telas y tejidos, y
también, tiempo después, en Occidente, en la civilización grecorromana, donde se lo vinculaba a los dioses y héroes
mitológicos, que lo montaban, siendo compañero de aventuras y hazañas. Los
antiguos veían en el caballo atributos como nobleza, majestuosidad, poder, energía
y destreza. Aún se recuerdan el caballo mitológico
Pegaso,
relacionado con las leyendas de Belerofonte y de Perseo, caballo alado que
nació de la sangre de la decapitada Medusa; el caballo legendario de Troya, de
La Ilíada, atribuida al poeta griego Homero (h. siglo VIII ); el llamado Incitato, al que el emperador romano
Calígula (12-41) designó cónsul; Bucéfalo,
el equino del conquistador Alejandro
Magno (356 a 323 a. C.); o Rocinante,
el del pintoresco personaje Don Quijote,
creado por la pluma de Miguel de
Cervantes (1547-1616). En la Edad Media y en el Renacimiento los caballos
escoltaban a emperadores, reyes, nobles , Caballeros, condottieri y héroes
reales, en detalladas pinturas de cortejos y desfiles, ricamente enjaezados. No
podemos dejar de mencionar, entre los muchos artistas interesados por dicho
animal, al gran Leonardo de Vinci (1452-1519), que diseñó magníficos caballos
en dibujos y sus malogrados proyectos de monumentos ecuestres, y que incluso
escribió un Tratado del Caballo,
perdido en un incendio. En el siglo XIX, el pintor francés Théodore Géricault
(1791-1824), apasionado por estos animales, los pintó repetidas veces con gran
maestría, y a fines de este siglo, en nuestro país, Ángel Della Valle
(1852-1903) pintó óleos y acuarelas de motivos rurales y algunas escenas
costumbristas, con gauchos y paisanos, donde, por supuesto, el caballo es una
de las principales figuras de esos cuadros. Recordamos, de sus acuarelas, Caballo de San Marcos, recreación de los
famosos caballos de cobre dorado que se encuentran en la fachada de la basílica
de San Marcos, en Venecia. Como óleo, destacamos La Vuelta del Malón (1892), una de las cumbres de la pintura
argentina, donde vemos la escena del rapto de una cautiva, en el ámbito de un
magnífico y tormentoso paisaje pampeano, con indígenas galopando una manada de
gran belleza, soltura, fuerza y realismo. Posteriormente, otro artista muy
diestro en la pintura y sobre todo en el dibujo del caballo, fue el marplatense
Juan Carlos Castagnino (1908--l972), quien con rápidos y seguros trazos daba
forma a bravíos caballos. Algunas imágenes de ellos aparecen también dibujadas
en tinta china y con gran poder de síntesis, en ilustraciones encargadas por la
editorial Eudeba (1962) del Martín Fierro, de José Hernández (1834-1886),
notable obra de la literatura gauchesca.
Nota de Juan Manuel Caldevilla publicada en Diario del
Viajero N° 1265 (27 de julio de 2011)
Título: Manso
Autor: JUAN MANUEL CALDEVILLA
Todos los derechos reservados (copyright, 2014)
No hay comentarios:
Publicar un comentario